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Hola nen@s
Yo empecé en mayo un blog, y estamos a septiembre. Tras un hippioso verano sin internet ni teléfono (a excepción del móvil siempre se salva el móvil) vuelvo a mis megas conquenses de primera calidad, todo un lujo.
Supongo que no vendría mal ir añadiendo algún trabajillo o historia q tenga por aquí. Empezaremos por un trabajete de escultura del que me siento (puede que) algo orgullosa,
aún a riesgo de que a alguno le parezca una chorrada as a house.
Todo comienza en Marruecos, ese país tan cercano y a la vez tan lejano. Porque sí, está a tiro de piedra espacialmente hablando, pero lo que nos separa de él son aspectos que lo hacen tan lejano como la propia China.
Marruecos es, hasta fecha de hoy, residencia y lugar de trabajo de mis padres desde que comencé mis estudios de bachillerato en el instituto. Para que os hagáis una idea, "La adolescencia es un poco mierda ¿no?".
Las diferencias y distancias fueron grandes choques y sacudidas en nuestra vida normal y, por qué no, tranquila. Tanto fue aquello que siempre ocupará un lugar en mi memoria. Seré vieja, marchita y con las neuronas hechas un asco que este capítulo no se va a escapar de mi cabeza.
Una vez comencé a estudiar bellas artes, quise utilizar esta historia como referencia y origen de una pieza artística. En este caso fue una escultura.
Es una simple carterucha forrada en tela bordada. ¿Qué tiene de especial? Siempre he tenido un pequeño Diógenes dentro de mí, cualquier cacharro insignificante (y si es pequeño mejor que mejor) puede trasladarme a un momento, a un lugar, a un instante hoy muerto que lo hace cobrar vida. De Marruecos siempre me llevaba las chapas de las botellas de refrescos, a día de hoy conservo varias diferentes entre ellas, por el simple hecho de ser minúsculas y caber en el más pequeño de los bolsillos. Se puede decir que tienen un valor importante para mí, como si llegaran a la categoría de monedas. Esas chapas de la escultura no son más que simples recreaciones de chapas de botellas hechas con la masilla más asquerosamente barata que te puedes encontrar en la tienda de todo a 100* de tu barrio, pintadas con colores referentes al dinero convencional (dorado, plateado, cobrizo) y con inscripciones de bebidas totalmente inventadas por una servidora (me lo puedo permitir, es mi obra). En la cartera puede leerse (el que sepa árabe, supongo que no me equivoqué en su día... Porque si no ya me vale) habibi*, que significa "mi amor". Y creo que ya está, este es mi trabajo. Lo realicé cursando primero de carrera para la asignatura de Escultura I (datos interesantes donde los haya). Iba a poner un par de foticos más de la pieza, pero ya os advertí de mi inutilidad con el ordenador y no sé cómo ponerlas juntas en un mismo renglón, así que fastidio yo y vosotros.
Bueno, este es un comienzo, bastante cutre, me gustaría que fuera de otra manera pero oye, tomaré esto como un cuaderno de bocetos. Al principio serán algo simples, incluso feos, cutres y puede que hasta alcancen la categoría de horrorosos, pero son bocetos, pueden permitírselo siempre y cuando desemboquen (evolucionen cuales Pokémons) en algo mucho mejor. Lo de siempre, paciencia.
Cosas que han podido chocarte y quieres saber si realmente existen (*):
· Todo a 100: (resulta absurder a priori, pero hay que estar preparad@s para las nuevas generaciones) establecimiento donde se venden objetos (puras baratijas) con precios rondado 1€; lo de "100" era debido a las antiguas pesetas. La moneda estándar era la de 100 pesetas, al igual que a día de hoy es la de 1€. El término "chino" no me gusta emplearlo en estos casos (no preguntéis).
· Habibi: Además de significar "mi amor" es la única palabra que puedo distinguir en las canciones marroquís (además de estar VERDADERAMENTE explotada en este tipo de música), ya que no tengo ni papa de árabe (por ahora...).
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